Juan Carlos Izpisúa “El envejecimiento tiene marcha atrás”

Juan Carlos Izpisúa
Juan Carlos Izpisúa, en la Fundación Telefónica en Madrid

Pasó una infancia muy humilde en Albacete y llegó a estar varios años ingresado en un orfanato. Ahora, capitanea el laboratorio de expresión génica del Instituto Salk de La Jolla (California). Dicen que Juan Carlos Izpisúa ha encontrado el elixir de la eterna juventud tras lograr frenar el envejecimiento en los ratones. Le entrevistamos en el marco del ciclo ‘El futuro X Venir’ de la Fundación Telefónica.

  • Si estuviese en LinkedIn, ¿qué pondría en su perfil?
    Estudiante de la vida. 
  • Dígame la receta para convertirse en uno de los mejores científicos del mundo.
    Para crecer en tu profesión, sea cual sea, el tesón, creer firmemente que se puede, curiosidad, pasión y, sobre todo, el amor por lo que haces. 
  • Explíqueme qué es lo que hace en el laboratorio para que lo entienda mi vecina del tercero.
    Trato de entender la vida que nos rodea, con la esperanza y la ilusión de que el conocimiento adquirido pueda ayudar a paliar la enfermedad y mejorar la salud humana. 
  • ¿Cómo se forjó su carácter?
    Ver cómo mi madre jugaba las cartas de la vida que le tocaron en suerte tuvo una influencia fundamental en mi formación. Fue una madre coraje, maravillosa, que me dio toda la confianza y el cariño del mundo. 
  • ¿Quiénes han sido sus maestros?
    Dos mujeres: mi madre durante mi infancia y adolescencia; y mi mujer toda mi vida después. 
  • Usted nació en el peor barrio de Hellín (Albacete) y pasó por un orfanato. ¿Para llegar a lo más alto hay que sufrir mucho?
    No lo creo. En cualquier caso, a mí me ha ayudado a ver la vida con otros ojos y apreciar el valor de esas pequeñas cosas que dan sentido a nuestra existencia. 
  • Tuvo que dejar los estudios a los 9 años para sacar adelante a su familia. ¿Cómo fue esa etapa?
    Bueno, en realidad era mi madre la que sacaba adelante a la familia. Yo ayudaba en algo, en lo que podía o sabía a esa edad… 
  • Ha homenajeado en varias ocasiones a los padres de su generación, los que sacaron adelante a sus hijos con esfuerzo en una España difícil.
    Sí, y muy especialmente a las madres de mi generación, a las del mundo rural, sobre todo, quienes de sol a sol y, la mayoría de las veces, sin formación alguna, dieron sus vidas para que sus hijos fueran mejores que ellas. La responsabilidad de nuestros padres, su trabajo, su honestidad y su coraje es la verdadera razón que está detrás del cambio tan dramático que ocurrió en España a partir de la década de los 70 y que hoy raramente valoramos. 
  • Tener que irse de España por falta de apoyo tiene que ser muy duro, ¿no?
    Independientemente de las circunstancias personales de cada uno, de si es o no difícil, creo que es necesario salir de nuestra zona de confort, o como dice Serrat en su canción de ‘Pueblo Blanco’, buscar otras lunas. Nos ayuda a evolucionar y a ser mejores. 
  • ¿Por qué en Estados Unidos valoran la ciencia y en España, no?
    Creo que es un tema de educación. A los niños se les educa en la importancia de la ciencia para el avance del ser humano. Cuando son mayores y tienen poder de decisión, si está en sus manos, apoyarán el avance científico. En España, esa educación no la recibimos, y, por lo tanto, no está en el genoma ni en el epigenoma de nuestros gobernantes ni en la sociedad en general. 
  • Para trabajar en el Instituto Salk de La Jolla, hay que ser el mejor de los mejores. ¿Cómo lleva esa presión?
    No es ninguna presión venir cada día a hacer lo que me apasiona. Al contrario, es un sueño convertido en realidad. 
  • ¿Vivimos un momento revolucionario para la biomedicina?
    Sí, pero no sólo para la biomedicina. Vivimos un momento revolucionario para la humanidad. Tenemos en nuestras manos técnicas, casi inimaginables hace poco, que permiten modificar animales y plantas, insectos y microorganismos. Podrían usarse para producir biofuels, para eliminar la polución, para mejorar nuestros alimentos, para mejorar nuestra capacidad de diagnóstico, para producir compuestos farmacéuticos que alteren el curso de muchas enfermedades, o, por ejemplo, para erradicar especies invasivas causantes de enfermedades que afectan a cientos de millones de personas como la fiebre amarilla, el dengue o la malaria. 
  • También sostiene que se puede alterar la evolución de la especie con la mano del hombre porque existe la opción de reescribir el genoma.
    Así es. Estas técnicas nos permitirían además modificar el genoma humano para corregir tanto enfermedades raras como otras más frecuentes tales como el cáncer. 
  • Han modificado la expresión génica de ratones enfermos doblando su esperanza de vida. ¿De qué forma se pueden rejuvenecer las células?
    Cambiando su genoma o hardware, es decir, alterando las instrucciones que nos transmitieron nuestros padres al nacer. También cambiando el epigenoma de las células, que es algo así como su software, y que, en definitiva, no es otra cosa que la relación de nuestro genoma con el medio ambiente: la dieta, el estrés, el ejercicio, el alcohol y el tabaco. 
  • ¿El envejecimiento tiene marcha atrás?
    Sí, sin lugar a dudas. Varios experimentos realizados en distintos animales de laboratorio lo han demostrado. Se está más cerca de lograrlo en humanos de lo que pensamos. 
  • ¿Y por qué ese empeño en alargar la vida?
    Es consuetudinario al ser humano. Todas las grandes civilizaciones han buscado el elixir de la inmortalidad, la piedra filosofal. El problema es que la inmortalidad es incompatible con la evolución, la fuerza más poderosa de la vida. Por ello, creo que el empeño se ha de enfocar en paliar las enfermedades asociadas al envejecimiento, en una vejez más saludable. 
  • ¿No vivimos ya demasiado? El sistema no va a ser sostenible si duramos 100 años.
    Aunque en principio podría ser un problema grave, estoy convencido de que, llegado el caso, el ser humano encontrará soluciones, incluso fuera de nuestro planeta. 
  • ¿Se va a transformar la especie humana?
    Éste, creo yo, es el verdadero problema. La respuesta es que sí, sin lugar a dudas. Aunque la especie humana, y todas las especies, están en continua transformación, hasta ahora esa transformación la marcaba la evolución natural descrita por Charles Darwin. Ahora también está en nuestras manos. Y yo no estoy convencido de que el ser humano sea tan eficiente y ecuánime como la evolución natural. 
  • ¿Qué riesgos conllevan estos avances científicos?
    Muchos. Uno totalmente inaceptable es que podrían incrementar la desigualdad entre ricos y pobres, entre los que tienen y los que no. En un caso extremo podría incluso llevar a la generación de categorías diferentes de seres humanos. 
  • ¿Dónde están los límites de la ciencia?
    El conocimiento no tiene límites. Lo que hay que hacer, y esto le corresponde a nuestros gobernantes (quienes, por cierto, no creo que estén pensando mucho en estas cosas), es regular su aplicación para que sea usado en beneficio de todos, no sólo de unos pocos, y en perjuicio de nadie. 
  • ¿Qué le falta por descubrir en la vida?
    Infinidad de cosas. Una que siempre me ha fascinado, y que es mi obsesión continua: entender por qué el ser humano es incapaz de regenerar sus células y órganos como, por ejemplo, la hidra, que es capaz de convertir continuamente sus células viejas en jóvenes, lo que, de alguna manera, la hace inmortal. 
  • ¿Se puede creer en Dios y ser científico?
    Absolutamente. Yo no lo veo incompatible. 
  • LA ÚLTIMA PREGUNTA. ¿Por qué descubrimiento le gustaría pasar a la posteridad?
    No sé para qué sirve eso de pasar a la posteridad. Si que me gustaría que el conocimiento que estamos adquiriendo en el laboratorio pudiera algún día ayudar a mejorar la vida de una persona enferma que hoy no tiene esperanza de curarse.