La bióloga que descifra el código del cáncer

Núria López-Bigas, en el Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona (Xavier Gómez)
Núria López-Bigas, en el Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona (Xavier Gómez)

Llegó un momento que la bióloga Núria López-Bigas decidió cambiar de rumbo. Después de un doctorado en que pasó muchas horas haciendo experimentos en el laboratorio trabajando en genética de la sordera, “me dije que había llegado la hora de cambiar, de probar cosas nuevas”.

Optó por la bioinformática, un campo del que no sabía nada. La apuesta hubiera podido salir mal. Era el año 2002 y la bioinformática no era un área de investigación consolidada como ahora. Era un gran interrogante, un área emergente que nadie sabía hasta dónde llegaría. “Pensé que tenía futuro, pero en aquella época aún no existían las técnicas de secuenciación masiva que tenemos ahora; no era fácil secuenciar genomas”, recuerda.

La apuesta salió bien. Núria López-Bigas es reconocida hoy como una figura emergente en genómica computacional. El Consejo Europeo de Investigación, que financia los mejores proyectos científicos del continente, le acaba de conceder fondos para estudiar las bases genómicas del cáncer. Ha ganado el premio Banc Sabadell de Biomedicina, el más importante de España para investigadores menores de 42 años. Acaba de descubrir –y publicar en Nature– un fallo hasta ahora desconocido en la reparación del ADN que está involucrado en melanomas, cánceres de pulmón y probablemente otros tumores. Y después de diez años en la Universitat Pompeu Fabra, primero con un contrato Ramon y Cajal y después como investigadora Icrea, acaba de fichar por el Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona, adonde se incorporará en noviembre.

Pero empezó de cero. Cuando tomó la decisión de dedicarse a la bioinformática, “no sabía ni programar”, recuerda. “Tenía muchas ganas de aprender pero no sabía nada”. Fue a pedir consejo a Roderic Guigó, investigador del Centre de Regulació Genòmica, como hacían todos los que querían trabajar en este campo en Catalunya. Guigó –al igual que Xavier Estivill, que le había dirigido la investigación del doctorado– le aconsejó que se marchara al extranjero y se formara bien. “Fue un muy buen consejo”, recuerda López-Bigas. “Yo ahora a los investigadores jóvenes les aconsejo lo mismo”.

Solicitó una plaza de investigadora postdoctoral en el Instituto Europeo de Bioinformática (EBI, por sus iniciales en inglés), en el entorno de Cambridge (Reino Unido), que era la meca de la bioinformática en Europa. No ocultó sus carencias ni disimuló su entusiasmo. “Yo pensaba que nadie me querría”, recuerda. Pero la aceptaron.

Le ayudó el hecho de llegar con una de las becas internacionales del Programa de Ciencia de Frontera Humana, que se crearon precisamente para apoyar a investigadores que cambian de área de trabajo. Y que el EBI tenía interés en estudiar enfermedades hereditarias causadas por un único gen –las llamadas enfermedades mendelianas–, que era un área en la que López-Bigas había adquirido experiencia durante el doctorado.

Pero, más que las enfermedades hereditarias, la línea vertebral en la trayectoria de López-Bigas ha sido el estudio del cáncer. “A mí todo me interesa”, reconoce la investigadora, que tiene una curiosidad intelectual insaciable. “La biología me interesa especialmente porque cada respuesta te hace plantearte nuevas preguntas”. Y dentro de la biología, “el cáncer es particularmente interesante para comprender cómo funcionan las células”.

Además, añade, investigar en cáncer “tiene repercusión social porque ayuda a mejorar los tratamientos, que es algo que a todos nos llena”. En estos momentos, López-Bigas tiene un proyecto de investigación en curso con los hospitales del Mar y Vall d’Hebron para desarrollar un programa bioinformático que facilite la toma de decisiones médicas a partir de la información genómica de los tumores.

En cuanto al proyecto financiado por el Consejo Europeo de Investigación, explorará la influencia de las llamadas regiones oscuras del genoma –aquellas que no tienen genes– en el origen de los cánceres. López-Bigas ya ha observado en un estudio anterior que las mutaciones en estas regiones son importantes en leucemias y estudiará en qué medida lo son en otros cánceres.
“La bioinformática se ha convertido en un componente esencial de la medicina y de la biología”, sostiene López-Bigas. Si en el 2002 era un gran interrogante, ahora es un gran punto de exclamación. “En el futuro todos los médicos deberán formarse en esta área. Los tratamientos personalizados requieren comprender qué es un genoma y cómo funciona”.

Nunca se ha arrepentido de haber cambiado de rumbo al terminar el doctorado. “Hay una gran diferencia entre el trabajo de laboratorio y el de biología computacional”, observa. En el laboratorio puedes tardar meses en diseñar un experimento, prepararlo, realizarlo y tener resultados; y a veces sale bien y otras no sin que sepas por qué, porque hay una parte de incertidumbre que no controlas. En biología computacional, todo es mucho más rápido. Puedes tener resultados en cuestión de horas y, si algo no sale cómo esperabas, puedes encontrar dónde está el error. A mí me gusta, supongo que es cuestión de carácter”.