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Isabel Lavín es la madre de una pequeña de nueve años que padece una enfermedad rara degenerativa. Los médicos no le daban más de un año de vida

Hay días que te acompañan el resto de tu vida. Instantes que quedan grabados en la memoria y tatuados en cada poro de tu piel. Hay momentos que bombean toda la sangre que circula por las venas de tu cuerpo. Puede que ocurriera en un segundo, quizás en un minuto pero tan escaso tiempo va contigo la vida entera. Eso le ocurrió a Isabel Lavín.

Fue un 21 de octubre de 2009. Aquel día vio sonreír, por primera vez, a su hija Mencía. Desde entonces, esa mueca, tan pocas veces valorada, es el motor que empuja su vida. Mencía tardó nueve meses en sonreír. Hoy, cuando está a punto de cumplir nueve años, no anda, no habla y sus padres no saben hasta qué punto entiende lo que ocurre a su alrededor. Mencía tiene una enfermedad rara degenerativa. Solo ella la padece en todo el mundo. «Una enfermedad horrorosa», dice su madre.

Con meses de vida los médicos dijeron que Mencía no llegaría a cumplir un año. Moriría antes. Entonces, ni sus padres sabían qué enfermedad era la que amenazaba la felicidad de toda la familia. Sólo la fe, la energía, el coraje y la fuerza de esta familia logró cambiar el destino. Isabel le hizo una promesa a su hija: «Si tú sonríes, yo te curo». Mencía sonrió y, desde entonces, su madre se traga su dolor, se viste de felicidad y sale a la calle, a diario, en busca de una esperanza para la vida de su hija. Isabel y su marido fueron conscientes de que si ellos no creían en la pequeña nadie lo haría. Por eso crearon Fundación Mencía, una organización que nació «para dar esperanza a los que no se la dan», asegura, convencida.

Así nació Fundación Mencía. Se trata de un organismo presidido por Isabel que trabaja en la búsqueda de fondos y en la puesta en marcha de proyectos de investigación científica sobre enfermedades raras.

En estos momentos, la fundación se encuentra enfrascada en la financiación de un proyecto encabezado por el profesor José Antonio Sánchez, de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla. Por eso, la organización celebrará una cena benéfica en Casa Salinas, en nuestra ciudad, el próximo 2 de marzo. Todos los fondos que se recauden irán destinados al proyecto. «De esta forma aportamos nuestro granito de arena. Este tipo de investigaciones no solo ayudan a Mencía. Nos benefician a todos».

Mientras su madre lucha incesantemente, Mencía aguarda en su casa con una sonrisa en la cara. Con solo nueve años, esta pequeña da una lección de vida constante. «Es todo un ejemplo, un espejo en el que mirarse». Y como ella, son muchos los niños que sufren, no solo sus enfermedades, sino el dolor que produce la ignorancia, el sentir cómo la medicina te da la espalda, saber que para algunos no mereces la pena. Pero mientras haya mujeres como Isabel, habrá un rayo de esperanza o, como en este caso, una sonrisa para Mencía.

Fuente: elcorreoweb.es