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El trasplante de células madre podría erradicar el VIH
Una de las principales habilidades del VIH es su capacidad de ocultarse, de refugiarse en escondrijos donde permanece latente. Es por esto que los seropositivos deben tomar los tratamientos antirretrovirales de por vida ya que, si los dejan, el virus vuelve a resurgir con fuerza.
En su búsqueda de una cura contra la infección, los científicos llevan tiempo analizando el papel de los trasplantes con células madre. Esta estrategia se propulsó después de que en 2008, Timothy Brown, más conocido como el ‘paciente Berlín’ , lograra superar la enfermedad tras someterse a un trasplante de médula para tratar la leucemia que también padecía.
En este caso, el éxito del tratamiento se asoció a una particularidad del donante, una mutación genética que parece ser clave a la hora de evitar que el virus se ‘atrinchere’ en el organismo.
Pero podría haber otros factores asociados al trasplante de células madre capaces de contribuir a la eliminación de esos reservorios. Así lo sugiere una investigación publicada en Annals of Internal Medicine liderada por científicos del Instituto de Investigación del sida IrsiCaixa de Barcelona y del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Según explican, su investigación ha demostrado que, tras recibir un trasplante de células madre, cinco pacientes presentaron un reservorio de VIH indetectable. Uno de ellos tampoco mostró anticuerpos contra el virus en sangre, un parámetro que siempre permanece en los afectados. Todos ellos mantuvieron a lo largo de todo el proceso el tratamiento con antirretrovirales, explican.
El hallazgo, señalan los investigadores, “podrían servir para el diseño de estrategias de curación del VIH menos invasivas“. Actualmente, el trasplante de células madre se recomienda exclusivamente para tratar enfermedades hematológicas graves.
Para llevar a cabo la investigación, los científicos analizaron a una cohorte de personas infectadas por el VIH que se habían sometido a un trasplante para tratar distintas enfermedades hematológicas que padecían.
El objetivo del equipo era comprobar si aparte de la mutación asociada a la curación del ‘paciente Berlín’ -denominada CCR5 Delta 32-, otros mecanismos asociados con el trasplante también podría influir en la erradicación del VIH.
El estudio incluyó a 6 participantes (tres de Madrid, dos de Granada y uno de Milán) que habían sobrevivido al menos 2 años después de recibir el trasplante y ya no estaban recibiendo medicación inmunosupresora. Todos los donantes carecían de la mutación CCR5 Delta 32 en sus células porque la intención de los investigadores era, precisamente, fijarse en otras posibles causas asociadas al trasplante.
Tras el trasplante, todos los participantes habían mantenido el tratamiento antirretroviral y habían logrado la remisión de su enfermedad hematológica tras la retirada de los fármacos inmunosupresores. Pero también compartían otra característica común: en todos ellos se había producido un rechazo de las células del donante.
Llegados a este punto, los científicos realizaron distintos análisis y comprobaron que en cinco de los seis pacientes, el virus era indetectable en todos los ‘escondites’ habituales en sangre y tejidos. En uno de estos cinco, además, los anticuerpos contra el virus habían desaparecido completamente siete años después del trasplante.
Según María Salgado, investigadora de IrsiCaixa y firmante del trabajo, “este hecho podría ser una prueba de que el VIH ya no está en su sangre, pero esto solo se puede confirmar parando el tratamiento y comprobando si el virus reaparece o no”, informa Efe
Coincide en subrayar este punto José Luiz Díez, jefe del servicio de Hematología del Hospital Gregorio Marañón y otro de los líderes de la investigación, quien aclara que aún no se puede afirmar que el virus haya sido erradicado. “Para corroborarlo es necesario hacer un ensayo clínico en el que se interrumpa la medicación con antirretrovirales bajo una estrecha monitorización. Así se podrá comprobar si el virus resurge”. El estudio de la evolución de los pacientes debe ser a medio-largo plazo, ya que se han dado casos de rebote viral tras muchos meses en los que la infección parecía erradicada, añade.
En palabras de Díez, en este caso podrían haber contribuido a la posible buena resolución del abordaje distintos factores. Por ejemplo, fue clave la rapidez con la que actuó el trasplante de células madre, indica.
De los seis pacientes estudiados, el único que sí conservó un reservorio de VIH detectable fue el que había recibido un trasplante de sangre de cordón umbilical (el resto fueron de médula ósea), que, por las características del trasplante, tardó más tiempo en conseguir que las células del donante reemplazaran en su organismo a las suyas propias. “Hemos visto que, cuanto más corto es ese plazo, más efectiva es la reducción del reservorio”.
Otra clave es la enfermedad de injerto contra huésped, un efecto habitual tras los trasplantes que se produce cuando las células del donante atacan a las del receptor y que también contribuye a la eliminación de los tumores provocados por las enfermedades hematológicas.
Todos los pacientes que lograron que el virus no se detectara en los reservorios habituales padecieron la reacción, aunque pudo controlarse antes de que generara complicaciones importantes. “Esto sugiere que si logramos controlar este efecto para que no sea fatal puede contribuir a destruir las células como las del reservorio viral”, señala Díez.
“No hemos visto este efecto sobre los reservorios del virus con ningún otro tratamiento, pero no podemos hablar de éxito hasta que no pongamos en marcha el ensayo clínico”, advierte Díez. Si todo va bien, el estudio comenzará en 2019 y se prolongará al menos un año.
Algunos expertos coinciden con esta visión del investigador del Gregorio Marañón: Aún es muy pronto para hablar de un tratamiento basado en este hallazgo. “No es para nada trasplantable ni siquiera a una pequeña parte de la población con VIH”, asegura Esteban Martínez Chamorro, secretario de GeSIDA, el grupo de estudio de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica.
Los pacientes que han llegado hasta estos tratmientos han recorrido un largo y peligroso camino. Han tenido un cáncer hematológico y; han recibido un trasplante más un acondicionamiento con quimio o radioterapia, todo ello con un riesgo de mortalidad muy elevado. De hecho, los pacientes incluidos en el estudio; habían tenido la suerte de sobrevivir más de dos años. Finalmente y aunque parezca paradójico, lo más beneficioso para controlar la infección por VIH es que se produzca un rechazo”, explica Martínez Chamorro. “El rechazo es un efecto indeseable del transplante. Requiere un tratamiento inmunodepresor, porque, de lo contrario, el sistema inmunológico transplantado va a promover una respuesta en diferentes órganos y tejidos, lo que puede generar problemas digestivos, cutáneos, hepáticos… Es un precio altísimo como tratamiento”, opina.
No obstante, a pesar de lo preliminar que resulta, el secretario de GeSIDA sí reconoce el valor científico de la investigación. “Lo que sí puede aportar son nuevos conocimientos sobre los mecanismos en estos pacientes que tienen que ver con el control viral, y ver si esos mecanismos se pueden aislar y usar sin tener que padecer todo lo malo del proceso”, afirma.