Pascual Parrilla puso en marcha el sistema de trasplantes en Murcia.
El doctor Pascual Parrilla acaba de terminar un trasplante de hígado cuando atiende a este periódico por teléfono desde el Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia. Cuando termine la entrevista, le espera el segundo del día. Tiene 70 años, pero la palabra jubilación no entra en su vocabulario.
Es catedrático de Cirugía desde los 29 años, jefe del departamento de Cirugía General del hospital murciano, responsable de su programa de trasplante hepático, ex presidente de la Asociación Española de Cirujanos, director de la revista Cirugía Española, padre de 125 cirujanos a los que ha formado a lo largo de su carrera y casi pierde la cuenta del número de trasplantes de hígado que ha realizado en su vida (“mil dos cientos treinta y pico”).
Pero Pascual Parrilla, ni pierde la ilusión ni se olvida ni un segundo de sus pacientes, a los que visita incluso los sábados y domingos, como confirman desde su hospital. “Pero eso lo hace mucha gente”, justifica quitándole hierro al asunto. “Si has operado a un paciente trasplantado es importante verlos al día siguiente porque pueden surgir complicaciones, y da igual que sea fin de semana”.
Quizás esa dedicación en cuerpo y alma a sus pacientes explica que no recuerde 15 días seguidos de vacaciones, “¿lejos del hospital tanto tiempo? No, quizás cuando los niños eran pequeños sí nos íbamos un mes a la playa”. Sólo uno de sus tres hijos (“dos chicos y una chica”) se decantó por la medicina, “pero es neurólogo, no cirujano”. Echando la vista atrás, no tiene la sensación de haber sido un mal padre, “tengo mucha proximidad con mis hijos, creo que me han tenido siempre que me han necesitado, aunque no pasé mucho tiempo en casa”.
Además, añade, en verano, cuando baja la actividad quirúrgica, es un buen momento para escribir y publicar. No en vano, su servicio de Cirugía es uno de los que más número de publicaciones tiene en revistas científicas de impacto.
El doctor Parrilla (Torrent, 1945) llegó a Murcia desde su Valencia natal tras ganar la oposición con sólo 29 años, y desde entonces no se ha ido, pese a que ha tenido ofertas de hospitales de Madrid y Barcelona para dirigir sus servicios de Cirugía. “Me pude volver a Valencia seis años después de llegar aquí, pero ya no quise, ya había formado aquí mi equipo. De los 31 cirujanos que componen ahora mi servicio, todos ellos han sido alumnos y residentes míos. A todos los he formado yo. La calidad de un servicio depende del equipo humano, la calidad de un hospital no siempre va ligada al nivel económico de la ciudad”.
Con la misma pasión que habla de sus pupilos se refiere al paciente. “Los enfermos te enseñan mucho, cada día aprendes algo. El cirujano no puede ir de Dios, es importante que el paciente te sienta próximo. Yo siempre digo a mis alumnos que somos médicos antes que cirujanos”.
Sus alabanzas se extienden desde su equipo hasta el sistema de salud español, “aquí cualquier persona, tenga el origen o la procedencia que tenga, se puede operar. Ahora mismo, el trasplante que vamos a realizar en un rato, el donante es un gitano. pero porque aquí también hemos intervenido a muchísimos gitanos y los coordinadores de trasplantes de los hospitales hacen una labor encomiable. Es la joya de la corona”.
De los miles de pacientes que han pasado por sus manos dice que a todos los recuerda, “unos por motivos técnicos, otros humanos… Pero es verdad que uno se olvida enseguida de lo que ha ido bien y te queda durante días en la cabeza lo que ha ido mal por cualquier cosa”.
Ni tiene manías ni escucha música en el quirófano, pero no le tiembla el pulso si tiene que operar a un conocido, como cuando le llamaron desde Murcia porque su mujer tenía una apendicitis aguda “complicada”. “Estaba en Madrid en una oposición y me cogí un taxi para llegar a operarla a las 4 de la mañana. No es que no me fíe, pero prefería estar yo”.
Al nuevo ministro de Sanidad sólo le pide que sea honrado, que conozca el campo y que no olvide que lo más importante son los enfermos. “Con esas cosas y un poco de sentido común es suficiente”. Eso sí, tiene claro que diría que no si alguien le tentase con el puesto. “Yo no, yo no duraba ni un día. Cada uno tiene que tener claro su lugar”.
Fuente: El Mundo (28/12/2015)