Una historia de amor dispuesta a vencer a los priones

Una pareja dejó sus carreras para estudiar estas enfermedades.
Son una dolencia muy poco frecuente y sin tratamiento.

Una historia de amor dispuesta a vencer a los priones

En 2010, la madre de Sonia Vallabh falleció por una enfermedad genética llamada insomnio familiar. Las pruebas revelaron a los pocos meses que Sonia era portadora de una mutación en el gen de los priones que hará que, probablemente, ella desarrolle la misma enfermedad neurológica cuando tenga entre 40 y 50 años. Pero esta abogada de 31 años y su marido, Eric Minikel, no se resignaron. Dejaron sus carreras (ella, abogada; él, ingeniero dedicado al urbanismo) y se pusieron a estudiar un doctorado en Ciencias en la Universidad de Harvard (EEUU). Su determinación por estudiar enfermedades priónicas como ésa les ha embarcado en un estudio a conciencia de las enfermedades priónicas que esta semana se refleja en un amplísimo e importante estudio publicado por la revista Science Traslational Medicine.

No sólo carne contaminada

A menudo, y como herencia del llamado mal de las vacas locas, las enfermedades priónicas se asocian exclusivamente al consumo de carne contaminada. Sin embargo, las infecciones representan sólo una pequeña parte de estas enfermedades genéticas. En otro 10-15% de los casos, existe una mutación hereditaria en el llamado gen de los priones (PRNP), mientras que en casi el otro 80-90%, los casos son completamente esporádicos: no existen antecedentes familiares, ni mutaciones, ni una mutación que explique la súbita y rápida aparición de síntomas neurológicos que acaban en poco tiempo con la vida del paciente.

El caso de Sonia se encuentra en el grupo de casos familiares, en los que la aparición de un caso y el posterior estudio genético a los descendientes revela la existencia de alguna mutación en el gen PRNP. Sin embargo, como explica a EL MUNDO Miguel Calero, cofirmante del estudio y experto del Centro de Investigación Biomedica en Red de Enfermedades Neurodegenerativas (dependiente del Instituto de Salud Carlos III), hasta ahora muchas de estas mutaciones no se conocían bien, “o detectábamos alguna mutación en un paciente con sospecha de enfermedad priónica pero no sabíamos realmente si era ella la causante o no de la enfermedad”.

Enfermedades muy poco frecuentes

Que sean enfermedades tan poco frecuentes (alrededor de 1,5 casos por millón de habitantes y año; unos 60 casos al año en España) no facilita el trabajo, como ocurre en la mayoría de enfermedades raras, en las que las muestras tan pequeñas no permiten extraer conclusiones definitivas.

Por eso, para el trabajo que hoy publican, Eric y Sonia han implicado a decenas de instituciones de todo el mundo para poder reunir los datos genéticos de 16.025 pacientes con enfermedad priónica (unos 2.000 de ellos de origen genético) y otros 60.706 individuos sanos. Además, para replicar sus resultados han contado con la colaboración de la compañía 23andMe, que ha cedido los datos genéticos de 531.000 de sus clientes que aceptaron compartir la información de su ADN para fines científicos.

Sólo con una muestra así ha sido posible elaborar un detallado catálogo de las mutaciones que puede haber en el gen de los priones. Mutaciones que, como explica el especialista español, no siempre resultan patogénicas, como se ha observado en algunos individuos sanos que resultaron ser portadores.

Desgraciadamente, en casos como el de Sonia, la mutación tiene una alta penetrancia, lo que significa que tiene elevadas posibilidades de desarrollar la enfermedad entre los 40 y 50 años. Como explica Calero, las enfermedades priónicas son de carácter autosómico dominante, por lo que los herederos de estas mutaciones no siempre acaban desarrollando la enfermedad. “Según la penetrancia de la mutación, pueden existir diversas manifestaciones clínicas, o ir asociadas a mayor riesgo en función de la edad…”.

Sin tratamiento

Hoy por hoy, no existe tratamiento para las enfermedades priónicas, unas patologías de declaración obligatoria en España, para lo que existe un registro nacional de casos. Como explica Calero, aunque muchas de ellas se pueden diagnosticar en vida en función de las manifestaciones clínicas, es sólo tras la muerte, en la autopsia cerebral, cuando se puede confirmar definitivamente.

Como destacan los autores en su estudio, este catálogo de mutaciones (cuya metodología podrá aplicarse en el futuro a otras enfermedades raras) ha permitido definir mejor qué mutaciones en el gen de los priones están asociadas claramente al desarrollo de estos síndromes neurológicos y cuáles son benignas o de bajo riesgo.

De hecho, explica Calero, el hallazgo abre la puerta a investigar posibles tratamientos. “El estudio ha permitido estudiar, por ejemplo, a tres personas perfectamente sanas con una mutación que inhibe la producción de la proteína. De hecho, ya habíamos visto en estudios con ratones que la inhibición de la proteína [que produce el gen PRNP] no provoca que los animales desarrollen la enfermedad; lo que nos hace sospechar que en humanos, también puede funcionar esta inhibición”. De momento, por desgracia, ninguna sustancia ha resultado eficaz en los ensayos clínicos.

Fuente: El Mundo (21/01/2016)

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