Operan en Madrid a una niña vietnamita con un tumor gigante en la cara

Una jubilada americana ha pagado los gastos

Nguyet está de nuevo en Madrid para realizarle implantes de piel

Patti Maxey disfrutaba de su jubilación en Florida. No tenía preocupaciones. Había cumplido con su vida laboral como enfermera y vivía bajo el sol del sur de Estados Unidos. Pero hace cinco años y medio su vida cambió por completo y se convirtió en el ángel de la guarda de una niña que vivía a más de 15.000 kilómetros de distancia.

Una tarde, uno de los empleados de los jardines que ella paseaba a menudo le enseñó la foto de su sobrina segunda Nguyet, que vivía en una aldea del interior de Vietnam. Una pequeña de entre seis y ocho meses, con un inmenso tumor que le cubría media cabeza. A la jubilada estadounidense le impresionó tanto la imagen que le aseguró que iba a hacer todo lo posible por ayudar a la niña. Y así lo hizo.

Lo primero fue acudir con la fotografía a su médico de cabecera para que le indicara a quién debía dirigirse. Siguiendo su consejo, decidió ponerse en contacto con varias ONG de su país en busca de ayuda. Fue Mending Kids la que aceptó el caso y sus asesores se pusieron en contacto con los mejores equipos de cirugía pediátrica especializados en anomalías vasculares. “Fue así como dieron con nosotros”, explica a LA RAZÓN Beatriz Berenguer, cirujana plástica del área de cirugía plástica infantil del Hospital Gregorio Marañón y miembro del grupo multidisciplinar de anomalías vasculares. “Nguyet tenía un hemangioma facial gigante, un tumor que suele ser benigno pero que le destrozó la cara y el cuero cabelludo”, explica. ¿Por qué eligieron el centro español por encima de los norteamericanos o los de otros puntos de Europa? Sencillo, “además de tener prestigio internacional, les pusimos facilidades a la hora de obtener el visado y cobramos lo mínimo”, añade la cirujana.

 

Conectadas por Google translator

A Madrid llegó, por primera vez, con dos años. “Tuvimos que hacer varios estudios para descartar malformaciones cardiacas y craneales”. Por eso, la pequeña tuvo que permanecer algo más de dos meses en la capital. Además, “le administramos un medicamento, el Propranolol, para reducir el tumor y frenar su crecimiento”. Y tras este primer paso, la pequeña y su madre Lam volvieron a su aldea de Vietnam. “Mantuvimos el contacto y controlamos su evolución por correo electrónico. Ella nos mandaba pequeñas notas en vietnamita que nosotros traducíamos con Google translator”. Esboza una sonrisa mientras recuerda esta anécdota.

Dos años más tarde, gracias al seguimiento electrónico, pudieron comprobar que el tumor se había reducido lo suficiente como para operarlo y quitarlo. Más que una reducción de la extensión, “su volumen bajó tanto que se quedó a la mitad”. Así, en 2016, voló de nuevo a Madrid, con su “tablet” bajo el brazo para poder comunicarse, ya que no conocen otra lengua que el vietnamita. Desde su casa de Florida también viajó Patti. Su hada madrina no se ha separado de ella ni un segundo.

Evolución del aspecto de Nguyet tras las diferentes operaciones

 

Dos intervenciones de reconstrucción

“Lo único bueno de este tipo de tumor es que cuando deja de crecer se inmoviliza y no vuelve a aparecer”, describe la doctora. Así fue cómo pudieron someterla a dos intervenciones: la menos compleja fue la reconstrucción del cuero cabelludo que duró unas dos horas, mientras que la reconstrucción de la otra mitad de su rostro revertió más complicaciones. “Tardamos unas seis horas y media porque tuvimos que reconstruirle los párpados, la nariz y el labio”. Tuvieron que dibujarlo imitando su lado sano, para crear armonía en su rostro. “Utilizamos su propio tejido y, a pesar del sangrado, no sufrió complicaciones”.

Sesenta días más tarde regresaron a Vietnam y recuperaron la comunicación electrónica con los doctores. Este mes, dos años después, ha vuelto a aterrizar en Madrid. “Hemos querido refinar sus rasgos que, con su desarrollo han ido cambiando”, explica Berenguer. En esta ocasión han sustituido la capa intermedia de su piel por una dermis artificial, “que mejora su calidad, le da más elasticidad y movilidad”. Es una técnica que se utiliza a menudo en quemaduras faciales.

La pequeña y su madre acompañadas del equipo médico y Patty

 

Ya no es un bicho raro

Este domingo regresan a su aldea y, previsiblemente, dejarán de ver durante un tiempo a su benefactora, Patti, con la que ya les une una gran relación de amistad. También regresa a su país con dos palabras nuevas: gracias y adiós. Son las únicas dos que ha aprendido en español y siempre las pronuncia con una gran sonrisa. Y es que esta pequeña ya no es la misma. “Su madre nos cuenta que antes salía siempre con un gorro a la calle, era un bicho raro y todo el mundo la miraba”. Ahora, en cambio, se toca su rostro y, “cuando se vio el pelo por primera vez, estuvo una hora riéndose delante del espejo”.